Cuentos con enseñanzas

 

Niña: mamá, ¿por qué la Naturaleza es tan enorme?

Madre: ¿a qué te refieres, hija? no te entiendo.

Niña: me refiero a que las montañas son tan inmensas, los árboles son muchísimos y muy altos, los mares sn enormeeees, los animales muchísimos, muy distintos y algunos muy grandes y el viento es muy fuerte y las nubes son inmensas, el sol inabarcable y las estrellas inalcanzables... ¿por qué es todo tan grande y nosotros tan pequeños?

 

Madre: es sencillo. Las personas tenemos un gran defecto, somos muy soberbios. Así que nos han creado pequeños para que no pensemos que lo podemos todo. Necesitamos ver constantemente lo limitados que somos, no somos tan grandes como montañas o árboles, ni siquiera como las lagunas ni tan fuertes como el viento, las tormentas o los terremotos Tampoco somos tan ágiles como los animales. Si siendo tan pequeños hacemos tanto daño es por nuestra soberbia, imagina si además fuésemos gigantes, lo destruiríamos todo en muy poco tiempo. La Naturaleza no tiene soberbia por eso es grande.

 

Niña: ah, ¡ya comprendo! nosotros tenemos la soberbia por dentro y por eso debemos ser pequeños, para equilibrarnos. La Naturaleza es buena por dentro y por eso es tan grande por fuera.

 

Madre: exactamente.

 

©2018CristinaMena

 

Niño: Mamá, ¿qué significa ser mayor?

Madre: Es adquirir responsabilidades, comprometerse en algo, cuidarlo, protegerlo y saber que siempre lo tendrás presente en tu vida como algo valioso.

Niño: Y si yo fuera mayor ¿podría elegir eso de lo que responsabilizarme?

Madre: Sí, claro.

Niño: Entonces ¡yo quiero ser mayor!

Madre: ¿y cómo vas a demostrarlo?

Niño: Estooo... elijo cuidaros a ti y a papá, protegeros y teneros presentes el resto de mi vida.

Madre: Gracias hijo. Parece que ya eres mayor. Y dime ahora, ¿qués es lo primero que quieres hacer como persona mayor?

 

Niño: ah, pero, ¿hay que hacer algo más?

 

Madre: Veras hijo, las palabras son solo eso, palabras. Si dices pero no haces, no dices n haces nada importante. Podemos decir muchas cosas y parecer las personas más buenas y adultas del mundo hablando, pero si luego nuestros actos no se corresponden, si n sabemos qué hacer, si no sabemos cómo afrontar algo, si dejamos pasar el tiempo por no saber cómo afrontar algo, es que aún no estamos preparados como verdaderos adultos, aún nos falta un tiempo más para estar bien preparados para afrontar las dificultades y comportarnos como verdaderamente adultos responsables ¿comprendes hijo?

Niño: Comprendo mami.

 

Madre: entonces dime, qué es lo primero que vas a hacer como persona mayor que dices ser?

Niño: Humm... creo que aún no soy mayor, si no te importa voy a continuar siendo un niño, aprendiendo a ser mayor ¿vale mami?

Madre: Muy bien hijo, una buena decisión. Estás en el camino de convertirte en un verdadero adulto.

 

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Niño: papá ¿por qué las personas gritan?

Padre: porque están muy lejos y no se oyen

Niño: eso no puede ser, hpy he visto a nuestros vecinos gritando. Estaban uno frente al otro, no estaban alejados.

Padre: lo estaban suscorazones y por eso no podían escucharse. El corazón es como el oido, si no escucha bien nunca acierta a contestar lo más adecuado.

 

DOS DÍAS DESPUÉS

 

Niño: ¿sabes papi? ayer los vecinos que discutían han dejado de discutir después de que yo les haya dicho algo.

Padre: ¿qué fue lo que les dijiste?

Niño: pues que ellos no lo sabían pero que su corazón se había escapado por la boca ese día en el que se gritaron tanto y que ahora ya solo podían seguir gritándose sin escucharse nunca más porque habían perdido su corazón.

 

Y no sé qué ha pasado pero de repente han dejado de gritar y se han abrazado.

 

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Niño: mami, hoy en el cole, unos niños se han reido de mí y me han dicho que soy demasiado sensible, que soy como el cristal.

Madre: ¿y tú qué les has dicho?

Niño: nada, cuando se hacen los valientes a mí no me gustan, me dan miedo.

Madre: has de saber que lo que te han dicho en realidad es un halago. Ser de cristal es tener una cualidad muy importante.

Niño: no entiendo mami, ¿un halago? el cristal es muy frágil, es algo muy débil, se rompe con un simple golpe y si se cae al suelo se hace añicos.

Madre: es que ese es el cristal que aún no ha crecido.

Niño: ah, pero, ¿el cristal crece?

Madre: pues claro. Verás, en el transcurso de una vida, en el día a día el buen cristal va levantando tres paredes muy sólidas y robustas: una por sus virtudes, otra por sus ilusiones y una tercera por su identidad. Cada día, al recibir la luz del sol, levanta una capa más de su belleza cristalina y va creando desde sus adentros sus propias tonalidades. Y llega un día en que su base es tan firme, su vértice tan protector y sus colores son tan extraordinarios que ya deja de crecer y se limita a situarse en un lugar del mundo para, desde allí, emitir todas sus propiedades. Y la gente que lo ve simplemente lo admira y lo respeta, aunque no saben bien decir el porqué.

Niño: ¿qué tipo de cristal es ese que es incapaz de romperse, que crece con paredes sólidas y que todos admiran, mami?

 

Entonces la madre se acercó a un cajón, lo abrió y sacó de él un pequeño objeto, tomó la mano de su hijo y lo depositó en ella. Seguidamente le dijo:

 

Madre: sé este tipo de cristal hijo mío y nadie podrá jamás romperte.

 

El niño se quedó mirando ese objeto y no pudo hacr otra cosa que enmudecer, abrir mucho los ojos y admirarlo. Y bajo esa mirada se le escaparon estas sentidas palabras de entendimiento:

 

Niño: Tienes razón mami, levantaré  en mi vida día a día unas finas paredes de cristal, capa por capa, me llenaré de colores y cada día aumentaré mi belleza interior... hasta llegar a ser algo admirable. Existen cristales irrompibles.

 

Seré tan fuerte y admirable como esta pirámide de cristal.

 

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Niña: papi, ¿por qué al Sol no le pusieron una compañera? siempre está allí arriba, brillando, tan solo...

Padre: tiene una compañera, la Luna.

Niña: pero no le acompaña, él está de día y ella está de noche, nunca juntos.

Padre: eso no es del todo cierto. Verás hija, al amanecer y durante un espacio de tiempo muy pequeño, Sol y Luna se acompañan. Mientras el Sol se levante ufano y alegre, la Luna bostezando comienza a recogerse para irse a dormir. Y en ese trayecto de subida del Sol y bajada de la Luna hablan un rato.

Niña: ¿y qué se dicen?

Padre: comentan lo que ha sucedido ese día. El Sol le explica a la Luna cómo los hombres, bajo sus rayos, han construido una nueva carretera o cómo ha visto nacer a un nuevo ser en un nido de un árbol. Y la Luna le explica al Sol ese beso suave y lento que se han dado dos enamorados o ese maullido de gato sobre un tejado que acompañó la silenciosa noche. Luego, tranquilamente, se separan.

 

Niña: ¿y por qué no pueden quedarse juntos?

Padre: porque ambos nacieron para completar unas horas de la vida.

Niña: pero eso es triste, deberían estar juntos siempre.

 

Padre: Verás hija, en esta vida existen muchas formas de amor. Existen seres destinados a quererse pero no encontrarse. Existen seres destinados a tropezar en su camino el tiempo justo de un saludo. Y existen seres, como el Sol y la Luna, destinados a acompañarse tan solo un breve, profundo y sentido rato.

 

Recuerda que amar no es necesitar, ni mantener, ni sujetar, ni aferrarse. Es permitir, respetar y reconocer en qué parte del camino es bueno encontrarse.

 

Niña: ¡ya comprendo papi! amar es como tener momentos bonitos, ¡momentos de calidad!

 

Padre: exactamente.

 

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© Cristina Mena Gomez

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